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El olivar portugués, como todos sabemos, ha sufrido una importante revolución. Solo tenemos que pensar que la producción media era de 60.000 toneladas y en la campaña pasada se alcanzaron las 140.000 toneladas. Y esto en prácticamente el mismo número de hectáreas destinadas a este cultivo, un total de 352.000 hectáreas, y que supone además unas 10.000 hectáreas menos que en el año 2000. El “milagro” se produce en la zona del Alentejo portugués de mano, en principio, de capital español y a raíz de la construcción de uno de los grandes pantanos de Europa, el de Alqueva, que ha permitido el riego en una gran extensión de hectáreas.
Los aranceles y el beneficio portugués
El olivar portugués se ha transformado en un olivar eficiente y moderno, donde el 95% del aceite que genera es Virgen Extra, comenzando su campaña tradicionalmente en el mes de octubre, y posicionándose como el séptimo país productor del mundo. Extremadura se está incorporando también a esta revolución, al reconvertir al olivar zonas de regadíos dedicadas a otros cultivos.
Con todo ello, en mi opinión, Portugal es un competidor que defiende el nivel de precio a pesar de la eficiencia y rentabilidad de sus olivares. Y la amenaza que pudiera existir no está generada por esa competencia, sino por sobrecoste impuesto por los aranceles del Gobierno de Estados Unidos al olivar español, que han hecho que el aceite portugués sea un 25% más competitivo frente al español cuando entra en el mercado estadounidense. No olvidemos que se trata del tercer consumidor de aceite de oliva después de Italia y España y uno de los mercados con una mayor proyección.
El sector del olivar español está pagando los platos rotos por un conflicto ajeno que nada tiene que ver con nuestro campo y nuestros agricultores. Todo un lío que empezó hace unos años con un litigio entre dos compañías aeronáuticas: la estadounidense Boeing y la europea Airbus.
Airbus había estado percibiendo unas ayudas y la Organización Mundial del Comercio (OMC) determinó que no se ajustaban a las normas de comercio internacional. Así que dio luz verde a EE.UU. para que tomara represalias contra Europa por el daño causado. Y empezó a aplicar aranceles a distintos productos agroalimentarios.
Esto significaba que el aceite español, junto a la aceituna y el vino entre otros productos, entraban en el mercado de EEUU con unos impuestos mayores que el resto, que elevaban su precio. Por tanto, les restaba competitividad en un mercado que era el principal fuera de la Unión Europea para el olivar español.
Mercado desplazado
La consecuencia ha sido muy clara: el mercado se ha distorsionado y se ha desplazado de España a países como Portugal o Túnez que han incrementado sus exportaciones.
Es cierto que ahora todo ha dado una vuelta de tuerca más, puesto que recientemente la OMC autorizó a la Unión Europea a imponer también aranceles a productos estadounidenses como represalia también por las ayudas a Boeing. Es la represalia de la represalia y parece que esto no tuviera fin, pero desde luego es el momento de que Administraciones de uno y otro lado se sienten para llegar a un acuerdo.
Aunque también creo que hay muchos factores que pueden influir también en ello. Uno es que la balanza está desequilibrada: EEUU puede imponer aranceles por valor de 7.500 millones de dólares y ahora la UE puede hacerlo por 4.000 millones. Hay 3.500 millones de dólares a favor de EEUU y veremos si le interesa o no eliminar aranceles. No creo tampoco que sepamos mucho más hasta que pasen las elecciones presidenciales de EEUU, que es otro factor que influirá en todo.
Pero lo que sí está claro es que la herramienta para acabar con estos aranceles mutuos, la tenemos. Desde Cooperativas Agro-alimentarias Extremadura esperamos que el Gobierno español presione lo suficiente en la Unión Europea para conseguir que en la negociaciones que se van a llevar a cabo se logre eliminar la penalización que nos han impuesto.
Contenido publicado en el número 182 de Óleo.