Revista
Las prácticas de producción alimentaria sostenible y las estrategias de adaptación y mitigación del cambio climático se sostienen mutuamente. Así lo asegura la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés). Con el objetivo de evaluar cómo mitigar el impacto del cambio climático en los olivos, un equipo de investigación del INTA en San Juan realiza una serie de ensayos.
Mariela Torres, coordinadora del banco de germoplasma mundial de olivos del INTA, se refirió a los ensayos: “Por un lado, buscamos implementar nuevas estrategias de riego en olivares que permitan un ahorro de agua, como así también de energía, buscando además aumentar la calidad de los aceites y la producción de aceituna mediante la restricción hídrica”.
Ensayos en marcha
En cuanto al trabajo en marcha sobre los efectos de dos estrategias de riego deficitario (RD sostenido y RD controlado) sobre parámetros vegetativos, fisiológicos y productivos, –Pierluigi Pierantozzi, coordinador del banco de germoplasma mundial de olivos del INTA–especificó que se analizan dos modelos de cultivos: uno superintensivo y otro intensivo con la variedad Genovesa.
“Este ensayo se realiza bajo dos tipos de riego deficitario, uno sostenido en el que se aporta menos cantidad de agua de la necesidad teórica del cultivo del olivo durante todo su ciclo; y otro controlado, una menor cantidad de agua que la necesidad teórica del cultivo, en diferentes momentos del año, pero respetando los periodos críticos del olivo”.
Se evalúan periódicamente los efectos de los distintos tratamientos de riego deficitario sobre parámetros vegetativos (volumen de copa, longitud de brindillas, diámetro del tronco), fisiológicos (potencial hídrico del tallo) y al finalizar la temporada se determina su producción (rendimiento kg/planta).
“Hasta el momento, observamos que los tratamientos deficitarios intermedios no registran una disminución marcada en el rendimiento con respecto al tratamiento control, con una ventaja comparativa en los costos de manejo”, indicó Torres. Y aclaro que, si bien los resultados son preliminares, aportan información de base sobre los requerimientos hídricos de los olivares superintensivos e intensivos. “Esto brinda herramientas a los olivicultores y técnicos del sector a la hora de planificar estrategias de manejo del riego orientadas a un uso más eficiente del recurso hídrico, en un contexto de escasez hídrica”, señaló Pierantozzi.
Por otro, –Torres agregó– se evalúa el impacto de las temperaturas invernales más altas y la pluviometría más baja en el cultivo del olivo. Para esto, se plantea la posibilidad de modificar prácticas de manejo en referencia al riego como alternativa para promover la salida del reposo de las yemas, con el fin último de mejorar la floración y la productividad del olivar.
“Una problemática que plantea el cultivo del olivo en la Argentina guarda relación con la adaptación de los cultivares introducidos, la mayor parte de origen europeo, a condiciones ambientales diferentes a las predominantes en países de la cuenca mediterránea”, subrayó la investigadora del INTA.
Torres destacó la necesidad de contar con un estudio de la regulación ambiental de los procesos de inducción y diferenciación floral: “Es un aspecto de suma importancia puesto que tiene influencia directa sobre la floración y en última instancia sobre el cuajado y la producción de frutos”, indicó.