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Las altas concentraciones de ácido oleico en la aceituna ya tienen explicación gracias a la secuenciación del genoma del acebuche (olivo silvestre), en la que se han encontrado las singularidades genéticas de este árbol. Se trata de un trabajo llevado a cabo por un equipo de investigadores internacionales, entre los que se encuentran miembros de la Universidad de Córdoba y del CSIC, que podría servir a la mejora vegetal con interés productivo.
El Monte Testaccio, en Roma es la prueba física de la relevancia que la producción de aceite de oliva alcanzó hace unos 2.300 años, de modo que parece evidente que el olivo lleva tiempo siendo un cultivo fundamental para el ser humano. Este árbol que puede alcanzar edades milenarias y quizás fuese uno de los primeros en ser domesticado en la revolución neolítica, el momento en el que comenzó a ser clara la diferencia entre el olivo doméstico y el silvestre, conocido como acebuche.
Hace tres años se anunciaba la secuenciación del genoma del olivo a partir de un ejemplar de 1.200 años propiedad de Emilio Botín. Un trabajo que tendría un enorme valor biotecnológico para el desarrollo de variedades resistentes a diferentes climas o enfermedades.
Recientemente, la revista “Proceedings of the National Academy of Sciences” (PNAS), que edita la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, publicaba el genoma completo de la subespecie silvestre, obtenido por un equipo internacional de investigadores coordinados por el turco Turgay Unver en el “International Olive (Olea europaea) Genome Consortium” (IOGC) y en el que ha participado Gabriel Dorado Pérez, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Córdoba, como miembro del comité gestor, junto a la investigadora Pilar Hernández del Instituto de Agricultura Sostenible del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Según los autores del trabajo de PNAS, la alta concentración de ácido oleico en el fruto del olivo, en comparación con otras especies vegetales, se debe a una duplicación de los genes que codifican las enzimas que intervienen en el mecanismo bioquímico que permite obtener este tipo de ácido, así como eventos de represión e inducción de determinados genes. Estos sucesos ocurrieron hace 28 y 59 millones de años.
Asimismo, los investigadores han identificado un total de 50.684 genes. Se trata de un trabajo que va a permitir poner a disposición de la mejora genética vegetal una información fundamental para el desarrollo de variedades capaces de producir más aceite en diversidad de condiciones ambientales.