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El cambio climático se está manifestando en nuestro país de forma evidente. A fecha de mediados de septiembre de 2022, la precipitación media estatal del año hidrológico fue de 457 mm, un 25,4% inferior al valor normal. Algunas de las principales estaciones de AEMET muestran valores de precipitación inferiores a la media de otros años, tales como Huelva (51%), Badajoz (49%), Vigo (47%) o León (45%), entre otras. En el archipiélago canario este déficit pluviométrico es aún mayor en casi todas sus islas. Por el contrario, en el levante español, entre el golfo de Valencia y el cabo de Gata, y en zonas de Baleares, se han registrado precipitaciones superiores a las habituales.
La primera prioridad de la gestión del agua, como bien público, es asegurar el derecho al abastecimiento humano con agua de calidad, la segunda es la utilización del agua para regadíos y usos agrarios, con objeto de suministrar alimentos a la población.
“La sequía que determinadas zonas de España están padeciendo se está solventando de la mejor manera posible con los Planes Especiales de Sequía (PES), aunque hay que hacer un esfuerzo suplementario, como establece el Plan de Adaptación al Cambio Climático, para mejorar la eficiencia y el ahorro en el uso del agua, de manera que en un futuro próximo podamos hacer frente a sequías persistentes.”, explica José Antonio Díaz Lázaro-Carrasco, presidente de la Comisión del Agua del Instituto de Ingeniería de España. La situación de sequía producida en la cuenca del Guadiana y en la del Guadalquivir es realmente preocupante, tanto que se motivó la aprobación del Real Decreto-ley 4/2022, de 15 de marzo, con medidas extraordinarias para hacer frente a la coyuntura actual
La solución a una situación de sequía como la actual, pasa por realizar una adecuada gestión del recurso, con medidas de eficiencia técnica (ahorro de agua), con adecuada gobernanza, apoyada en la aplicación de tecnologías más adecuadas, como el uso conjunto de aguas superficiales, subterráneas y recursos no convencionales reutilización y desalación. “Es fundamental aplicar de forma estricta los planes especiales de sequía de los Organismos de las cuencas y de los grandes municipios y mancomunidades.”, añade Díaz.
La escasa utilización en España, a diferencia de otros países, de la recarga artificial de acuíferos, que permite aprovechar su capacidad de almacenamiento, e incorporando los recursos excedentarios en determinados momentos y los no convencionales con calidad adecuada, contribuiría a garantizar la seguridad hídrica, mejorando la gestión y la capacidad de regulación.
Hay que contemplar escenarios futuros previsibles y actuales de menor generación de energía hidroeléctrica debido mayor estrés hídrico, con menores precipitaciones y más irregulares. Por tanto, habrá que contar con menores caudales gestionables de agua, y con su posible priorización para usos más básicos abastecimiento y regadío. Por otro lado, la transición energética, iniciada y centrada en una mayor participación de energías renovables, preconiza el cierre de centrales térmicas, la consecuencia es que quedará más agua disponible para otros usos en los entornos de las centrales térmicas actuales.
La agricultura de regadío es clave para el sector agroalimentario
Este tipo de agricultura contribuye significativamente al PIB nacional, así como al asentamiento de población en el medio rural, con efectos favorables sobre el medio natural, en la mayoría de los casos.
La modernización ya realizada de los sistemas de riego de antiguos regadíos ha facilitado la operación del riego por las comunidades regantes y ha aumentado el confort de los agricultores. Ha alcanzado su objetivo prioritario de reducir el consumo de agua del regadío, incrementando el rendimiento de los cultivos. Asimismo, ha reducido las cantidades de sales y nitrógeno aportadas a las masas de agua asociadas a los regadíos. Pero esta modernización está muy condicionada por el incremento de los costes de energía y por la composición de la tarifa que las compañías suministradoras aplican a los regantes.
Estos nuevos proyectos deben tener una visión integral del regadío, desde la toma del agua de riego hasta la salida del agua de drenaje a la masa de agua asociada. Por otra parte, es necesaria la implantación de códigos de buenas prácticas agrícolas, en todo el territorio, con reducción del aporte de fertilizantes y fitosanitarios, y la optimización del uso de agua.