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La variedad Alameño de Cabra, conocida también como «Casta Cabra», es propia de Andalucía, concretamente de Córdoba, y se caracteriza por ser muy similar al Hojiblanco. Algunos autores, incluso, la consideran clones o, directamente, la misma variedad (Barranco et al., 2005); sin embargo, las características morfológicas del árbol, así como las características organolépticas y sensoriales del AOVE que se obtienen, difieren en muchos aspectos.
Actualmente, el Alameño de Cabra está considerado como una variedad de importancia menor o minoritaria en franco retroceso, como consecuencia de su baja rentabilidad y la dificultad de su cosecha, debido al tamaño y la longevidad de los ejemplares conservados.
Esta variedad está poco extendida en la península ibérica, y, aunque pueden encontrarse algunos ejemplares dispersos en zonas de Sevilla y Granada, es en la provincia de Córdoba donde se localiza la mayor número de ejemplares. Concretamente, la localidad de Zuheros y, fundamentalmente, el término municipal de Cabra, albergan el mayor número de olivos de esta variedad, de ahí que sea popularmente.
Como curiosidad, hay que señalar que variedad está presente también en países latinoamericanos como Chile o Argentina, donde fueron introducidos, seguramente desde Córdoba, a través de México o Perú. En el país andino, el fruto suele recogerse como aceituna de mese y no para obtener aceite.
Aunque en origen esta variedad estuvo ampliamen-te extendida por la zona de las Sierras Subbéticas, poco a poco, ha quedado relegada a unos pocos ejemplares dispersos, lo que dificulta su recolecta para extraer aceites monovarietales. En Qadim hemos invertido mucho tiempo en localizar los ejemplares y diseñar un plan de recogida del fruto que fuera lo más eficiente posible para conseguirlo. Los principales problemas que hemos encontrado, y que son imposible de solventar, son: la enorme envergadura de algunos ejemplares, su dispersión por las fincas y la alta resistencia que presenta el fruto al desprendimiento. Esto limita mucho el uso de maquinaria, por lo que todo el trabajo debe hacerse a la antigua usanza, lo que, indudablemente, dispara los costes.
No obstante, estamos convencidos de que el resultado ha valido la pena, pues no sólo concienciamos a nuestros colegas agricultores, sino que también ofrecemos un valor añadido a nuestros productos, los cuales, han sido reconocidos y premiados.
Este artículo se encuentra disponible completo para su lectura en el número 185 de Óleo.