Revista
El archivo histórico de estos 60 años que cumple la revista Óleo es una extraordinaria fuente a la que acudir para constatar la importante transformación que ha vivido el olivar en estas seis décadas. Una reconversión profunda y continuada, paralela a la modernización que como país y sociedad hemos vivido en la construcción y consolidación de la democracia. Un periodo apasionante de nuestra historia en la que el olivar ha tenido que afrontar cuestiones tan importantes como las exigencias del mercado europeo, la creciente competitividad del escenario internacional, la responsabilidad de encontrar modelos sostenibles y la necesidad de adoptar en el menor tiempo posible los acelerados cambios tecnológicos.
En esta vertiginosa evolución, hay algo que ha permanecido inalterable, y es la cultura del olivar, entendido como uno de nuestros mayores patrimonios culturales. Durante siglos, el olivo y su riqueza, ha generado todo un legado de costumbres, tradiciones y un estilo de vida lleno de autenticidad y arraigo. Igualmente, los aceites del olivar son un producto imprescindible en nuestras cocinas y de los más apreciados por la población. Este legado cultural no solo pervive, sino que se ha enriquecido con la reinterpretación que del mismo han hecho las nuevas generaciones, conscientes de la enorme responsabilidad que conlleva preservar esta herencia de valor incalculable.
Esta cultura del olivar enraíza en valores como el esfuerzo y la solidaridad. Precisamente, este espíritu ha hecho posible que, con enorme dedicación y trabajo, hayamos podido acometer con éxito todos los cambios exigidos en estos 60 años, algunos planificados y otros sobrevenidos. Pero hoy podemos decir que ha merecido la pena porque en la actualidad el olivar es uno de los principales sectores agroalimentarios del país, generador de empleo y riqueza, bandera en las exportaciones, un modelo de producción sostenible, y todo un ejemplo de equilibrio entre tradición y progreso. La mayor prueba de esta fortaleza ha quedado de manifiesto en el escenario sin precedentes que ha supuesto la pandemia de la covid-19.
Sector orujero, en primera línea
En esta historia de progreso, uno de los capítulos es el que hemos escrito los orujeros. En líneas generales, podemos decir que la nuestra ha sido una historia silenciosa, sin protagonismo, sin grandes reconocimientos. Muy al contrario, hemos sufrido episodios tan injustos como el de 2001 que, de manera totalmente imprudente, pusieron en riesgo la viabilidad del sector.
Salvando este episodio y con la perspectiva del tiempo, es justo reconocer que uno de los ámbitos que mayor progreso ha experimentado en el olivar, es el del tratamiento y valorización de los alpeorujos. En este campo, nos hemos convertido en la punta de lanza de un modelo de producción sostenible, ya que extractoras y refinadoras se encargan de valorizar todo el producto que resta de la molturación de la aceituna. Posibilitamos así la producción de los aceites de oliva, con todo lo que ello significa. Y generamos subproductos que permiten el aprovechamiento integral de la aceituna. Hablamos de millones de toneladas de alpeorujo. En concreto, en la última campaña, 6,5 millones de toneladas. Cantidad que ha llegado a duplicarse en aquellos años en los que hemos tenido récord de producción y que nos ha llevado a redoblar los esfuerzos en más de una campaña.
Nuestra razón de ser es dar una segunda vida a todo este subproducto. Una pequeña parte se convierte en Aceite de Orujo de Oliva, una categoría de aceite con personalidad propia. Pero también producimos biomasa -hueso de aceituna y orujillo-, compost y pastas para alimentación animal. La industria consigue además la extracción de otros compuestos de alto valor añadido con aplicaciones nutricionales y cosméticas, muy apreciadas por la industria farmacéutica, entre las que destacan fenoles como el hidroxitirosol. En definitiva, somos pioneros en un modelo de economía circular y residuo cero.
Tienen disponible para su lectura el artículo de opinión en el número especial 60ºAniversario de Óleo.