Revista
Cuando analizamos con objetividad el sector del aceite de oliva en nuestro país a lo largo de los últimos 60 años, nos damos cuenta de que, posiblemente, hemos avanzado más en este corto periodo de tiempo que en los 60 siglos anteriores. Dicho con otras palabras: nuestros abuelos en los albores de la década de los 60 se encontraban más cerca de la olivicultura que practicaban los romanos que de la que hoy desarrollamos sus nietos.
Tanto en la parte agronómica como en la industrial, los cambios experimentados han sido vertiginosos. Pero se da también el hecho de que, en la promoción y comercialización de los aceites de oliva, la evolución que han sufrido estos eslabones de la cadena de valor ha sido también enorme.
Recorramos, aunque sea sintéticamente los tremendos avances que se han producido en estas 6 décadas. Hemos visto como de las plantaciones tradicionales de 80 plantas por Ha. y varios troncos pasábamos a estructuras vegetales en seto totalmente mecanizadas con miles de árboles enraizando en esa misma superficie y un incremento exponencial en las producciones de aceitunas. Hemos sido testigos de cómo se extendía el riego en el olivar (un cultivo tradicionalmente de secano) mediante sistemas de irrigación localizados y se transformaban centenares de miles de Ha. gracias a la construcción de innumerables balsas de almacenamiento de agua. Hemos contemplado el nacimiento de la agricultura de precisión, de la digitalización del campo, de la nutrición “a la carta”, del uso racional y óptimo del agua y de los insumos, de la profesionalización de los olivicultores, de la mecanización generalizada en las explotaciones agrícolas. Se van implantando conceptos nuevos que hacen más efectiva la nueva olivicultura: inteligencia artificial, uso de drones y tecnología satelital para medir la situación fenológica de nuestros árboles, prevención de plagas mediante algoritmos y sistemas de análisis predictivos a partir de bases de datos que vamos alimentando diariamente, trazabilidad irreprochable, digitalización, blockchain…
La importancia de la Naturaleza
Pero si la tecnología y la ciencia nos han servido para dar pasos de gigante en materia estrictamente agronómica, existen otras facetas en donde, paradójicamente, hemos “retrocedido” en el tiempo y, en este caso, para bien. Volvemos así a ser conscientes (como lo eran nuestros antepasados) de la importancia que tiene para la Naturaleza y el hábitat en donde nos movemos, nuestra actividad humana y cómo podemos interactuar positivamente sobre ambos. Ahora somos mucho más sensibles de lo que éramos hace 60 años, de la necesidad imperiosa de respetar el medio ambiente, de contribuir a la regeneración de la Tierra, de combatir los negativos efectos del cambio climático, de consumir racionalmente un recurso tan escaso como es el agua, de reducir nuestra huella de carbono, la hídrica o la de nitratos, de abandonar paulatinamente el uso de pesticidas. Hemos aprendido, en suma, que la sostenibilidad es una de las señas de identidad que mejor definen a los nuevos olivicultores y que, además de producir aceitunas, nuestros arboles constituyen un verdadero bosque, un ecosistema complejo en el que se cobijan especies vegetales, insectos y animales de todo tipo creando un circulo biológico fecundo. Nuestra tierra no es solamente un sustrato vivo en donde enraízan y se desarrollan los olivos que con tanto mimo cuidamos, es también un sumidero de CO2, un lugar en donde se almacenan los gases de efecto invernadero…Falta muy poco tiempo para que el cobro de los derechos de emisión de Dióxido de Carbono constituya un ingreso más para los olivareros y se reconozca nuestra impagable labor en descarbonizar el planeta. La transformación de nuestros olivares a la agricultura ecológica y orgánica avanza de manera imparable.
Además de todo esto, la Sociedad que nos rodea ha evolucionado también en este medio siglo transcurrido: es mucho más consciente y sensible hacia el entorno. Nuestro sector ya no es percibido simplemente como el productor de un alimento básico como es el aceite de oliva. Se valoran también otros activos intangibles como es la belleza del paisaje único que hemos trazado en los campos de Andalucía (y que es ya candidato a ser designado Patrimonio Mundial de la UNESCO), la capacidad que tenemos de luchar contra la erosión social que constituye la emigración forzada o la labor de cuidadores y custodios de un verdadero bosque humanizado que, de no existir nosotros, desaparecería.
Tienen disponible para su lectura el artículo de opinión en el número especial 60ºAniversario de Óleo.