Revista
Para definir y abordar los principales desafíos de la digitalización en el sector oleícola, es importante entenderlo como un todo, la cadena de valor desde el árbol y hasta el mercado. El reto está en la calidad, la eficiencia y la sostenibilidad.
Tanto la producción agrícola en el campo, como la posterior transformación de los frutos en aceite de oliva y su conservación, deben ser parte de un flujo digital único e integrado, dando soporte a la trazabilidad digital del producto en todo momento, así como a la eficiencia y orquestación de todos los procesos. Es en el campo, en la aceituna, donde se genera el aceite de oliva de la máxima calidad, tras lo cual hay que elegir el momento óptimo de recolección y molturar las aceitunas sanas en el menor tiempo posible (en almazaras con buenas condiciones sanitarias y de trazabilidad, a temperatura y presión controladas).
Posteriormente, hay que almacenar el aceite en las mejores condiciones de temperatura, luz y en atmósferas no oxidantes, para mantener la calidad del producto. En todo ese ciclo, es clave contar con la colaboración y apuesta clara por la digitalización de ecosistemas completos de producción, transformación y comercialización.
Es importante que se entienda bien el valor que las soluciones digitales y los datos pueden aportar, haciendo por parte de las empresas oleícolas una apuesta decidida, con inversión suficiente, y exigiendo retornos de negocio claros. Debemos superar la dinámica de los pilotos, de asignar a la digitalización presupuestos, con frecuencia, muy bajos o ligados sólo a ayudas públicas. Los ahorros, tanto en la producción primaria, como en la industria y el almacenamiento, pueden ser muy relevantes con soluciones digitales integradas y especializadas, como también con la mejora del valor en el producto. El sector oleícola debe apostar de forma definitiva e inequívoca por digitalizarse desde el campo y hasta el mercado.
Para mejorar la rentabilidad del sector oleícola, es básico capturar datos digitales, en tiempo real, en todos y cada uno de los procesos de la cadena de valor. ¿Cómo se consigue recopilar e interpretar todos estos datos? Mediante sensores y actuadores IoT, Apps móviles, maquinaria o equipos de fertirriego integrados, imágenes de satélite, dispositivos de control de calidad, sensores y automatismos en todos los procesos de transformación y almacenamiento en la industria, soluciones digitales de distribución y comercialización. Esto permite tomar mejores decisiones, controlar y medir costes y márgenes, poniendo en valor con información enriquecida al consumidor de los mejores aceites de oliva, de forma digital. Tenemos códigos QR, que pueden aportar muchos datos al consumidor, con una visión de resaltar la excelencia, hacer único cada lote o partida, generando un vínculo digital, de conocimiento, entre el consumidor y la cadena de valor del aceite de oliva, sus territorios, variedades, formas de elaboración, propuestas gastronómicas, oleoturismo.
En cuanto a la sostenibilidad medioambiental, las soluciones digitales facilitan el control y la medición en tiempo real del consumo de agua, energía, fertilizantes, fitosanitarios, maquinaria, pérdida alimentaria, materiales, envases, embalajes, emisiones, erosión de suelos, contaminación de aguas, transporte, etc. También aspectos como emisiones GEI o captura de CO2 donde el olivar tiene potencialidades interesantes, en ámbitos como la economía circular y valorización de residuos, de nuevo con ejemplos muy buenos en el sector oleícola. Todo ello, entendido en términos de impacto por litro de producto comercializado, que aporta una idea comparativa bastante válida entre distintos modelos productivos. Más allá de medir y controlar, la riqueza en datos, su combinación y puesta a disposición de los decisores en el momento adecuado, permite tomar mejores decisiones a lo largo de toda la cadena de valor.
En cuanto al uso de los datos a partir de la creciente digitalización e integración de las cadenas de valor del sector, con frecuencia suscita interrogantes y diversas cuestiones éticas -quizás algo magnificadas-, dado el todavía “modesto” volumen de datos digitales e intercambio de estos. Partiendo de la base de que un dato tiene razón de ser sólo en la medida en que vaya a ser intercambiado y usado por, al menos, dos partes, desde el sector Agro se ha trabajado en el código de conducta europeo sobre el intercambio de datos agroalimentarios. En este código se establecen las recomendaciones para lograr cadenas de valor de datos más equilibradas, limitando el poder de las plataformas con vocación oligopolista. Debemos profundizar en las pautas y recomendaciones del propio sector, con el propósito de hacer un buen uso de los datos, quizás evitando la parálisis por las cautelas excesivas o cuestionamientos éticos muy estrictos.
El sector oleícola, donde España es líder destacado a nivel mundial, tiene una gran oportunidad de acelerar el proceso de digitalización integral, contribuyendo a diferenciar sus productos frente a un consumidor exigente y que demanda información. Todo ello, con eficiencia económica y mejorando la sostenibilidad ambiental de toda la cadena de valor. España cuenta con un sector de empresas Agrifood Tech potente, agrupado en su mayoría en torno a AMETIC, capaz de acompañar, ayudar en el proceso de transformación digital, para incrementar laco mpetitividad y oportunidades de futuro del sector oleícola.
Artículo de opinión publicado en el número 196 de Óleo.