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Más de 50 millones de toneladas de aceites y grasas comestibles son destinados a usos no alimentarios. Esta es una de las conclusiones que se derivaron de la mesa redonda que moderó el consultor Juan Vilar, cuyo título fue Mercado de aceites alternativos y subproductos, durante los pasados días 8 y 9 de junio en el Congreso Internacional “Vegoil Trade 2023”, en Rotterdam, organizado por APK Inform, y en la que participaron más de 300 personas.
De acuerdo con datos elaborados a partir de fuentes como la Asociación Argentina de Aceites y Grasas, la FAO, y USDA National Agricultural Statistics Service, para 2021 en el planeta se produce un total de casi 248 millones de toneladas de aceites y grasas, animales y vegetales, por orden de importancia en función de su participación en el total tendremos la siguiente composición: aceite de palma 71,48 millones de toneladas, de soja, 55,37 millones de toneladas, 27,62 millones de toneladas de aceite de colza, 19,33 millones de toneladas de aceite de girasol, y un largo etcétera en el que se incluyen los sebos y grasas animales con 41,50 millones de toneladas.
El consumo anual por persona de aceites y grasas en el mundo es de casi 25 kg, o dicho de otro modo, 63 veces el consumo anual per cápita de aceites de oliva.
No obstante, y en otro orden de cosas, tan solo el 80 por ciento de los aceites y grasas alimentarias que se producen en el planeta se consumen en forma de alimento, es decir, casi 50 millones de toneladas de aceites y grasas alimentarias (6 ,2 kilogramos por persona y año, unas 16 veces el consumo de aceites de oliva demandado por persona y año), se destinan a la elaboración de biocombustibles, industria química, y bioquímica, etc., colza, soja, y una gran cantidad de aceites, grasas y sebos de procedencia animal.
Dicha circunstancia, como Vilar puso de manifiesto en Rotterdam con el resto de contertulios, tiene diferentes lecturas, por un lado, la tendencia de precios en origen de los aceites y grasas alimentarias, no está exclusivamente sujeta a la demanda procedente del consumo humano, o animal en forma de recurso comestible, por otro, que la preponderancia de determinadas grasas animales y vegetales a ser destinadas a utilizaciones diferentes a las alimentarias, no solo ejercen como tracción en la creación de escaladas de precios en estos propios aceites y grasas, si no que del mismo modo, lo hacen en el resto de aceites y grasas, creando tensiones de precios, poniendo los stocks disponibles a los operadores cuyo poder adquisitivo sea superior, independientemente de que el destino al cual se dedique dicho producto sea, o no alimentario.
Esto pone de manifiesto que en la creación de precios de los aceites y grasas alimentarias, además de la climatología, la producción, la oferta y la demanda desde el ámbito comestible, existe un nuevo factor, y es la necesidad por parte de la industria no alimentaria de dichos recursos como insumos necesarios, poniendo en actualidad una inherente a la evolución de los tiempos: ¿Deben los alimentos ser destinados a un uso distinto a la cuestión de elaboración de comida?