Revista
Está claro que el paradigma en el que se desarrolla la agricultura hoy en día está sufriendo un importante cambio, evolucionando hacia una gestión orientada a los datos que proporcionen información para una producción más sostenible. A esta evolución se la ha denominado bajo el nombre de Agricultura de Precisión, Agricultura Digital, y más recientemente Agricultura 4.0. Pero, ¿Cómo será el futuro de la agricultura? ¿Será totalmente digitalizado?
Según se presentan los distintos estudios llevados a cabo por entidades tan importantes como la Comisión Europea (Industry 4.0 in Agriculture, 2017), la CEMA (Asociación Europea de Maquinaria Agrícola), el World Goverment Summit en su documento sobre el futuro de la tecnología agrícola de 2018, parece indicar que la digitalización e interconexión completa de la agricultura está cerca. De hecho, alguno de ellos ya introduce el concepto Agricultura 5.0 cuando se refiere a la irrupción de la robótica y la inteligencia artificial en este sector.
Irrupción de la industria 4.0 en la gestión agrícola
Sí que es cierto que se están desarrollando innumerables tecnologías para la mejora de la gestión agrícola (tanto en campo como en industria), además, la irrupción de la industria 4.0 en otros sectores está liderando un cambio de modelo productivo, del que se aprovechará también el sector agropecuario. Sensores IoT, redes de comunicación de largo alcance (LoRa) o de baja latencia (5G), drones, satélites, robótica en general, o protocolos de gestión de datos basados en big data, inteligencia artificial o deep learning, entran y salen de la escena continuamente. Algunas de estas tecnologías llegan a un punto en que son suficientemente maduras para consolidarse, otras, simplemente desaparecen tras demostrarse que no son aplicables en condiciones de campo.
Con todo esto, la virtualización y simulación de todos los agentes es clave para disponer de un mejor control del activo productivo de nuestra explotación y los factores que lo integran. La peculiaridad en este caso es que este activo se trata de un organismo vivo en fase de desarrollo y crecimiento, y que está sometido a un gran impacto de una serie de variables externas interrelacionadas. Si somos capaces de imaginar una explotación completamente conectada, nos encontraríamos en una situación en la que cada acción que hacemos es fruto de un análisis previo y predicción a futuros de cómo estas variables se pueden comportar.
El artículo de opinión está disponible para su lectura completa en el nº191 de Óleo.