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Tras un verano en el que España ha sido devorada por las llamas como consecuencia de la prohibición de las prácticas tradicionales que la gente del campo realizaba en los montes, ahora exige la Ley desde el Gobierno para extender los problemas.
Ha prohibido el Gobierno quemar los restos vegetales, como por ejemplo los ramones de la poda de la oliva, de frutales, o de los sarmientos de la vid. Esta práctica no se realiza por capricho, tiene una finalidad fitosanitaria: evitar la extensión de plagas y enfermedades de la que esos restos de podas o rastrojos son reservorio.
Cuando se quema materia vegetal, los gases producidos son vueltos a capturar por las plantas, resultando una emisión neutra, lo emitido por lo retenido. Ahora, con la prohibición de la quema, los agricultores se verán obligados a la utilización de trituradoras y picadoras propulsadas por motores térmicos, los de los tractores. Estos motores utilizan combustibles fósiles, carbono que desapareció de la atmósfera hace millones de años y que ahora, al deber triturar los restos, se verá liberado de nuevo por el enorme gasto en combustible que produce la labor de picado.
Según declaraciones de la Unión de agricultores y ganaderos de Castilla-La Mancha, si el fin último de esta prohibición es cuidar el medio ambiente, evitando la contaminación, las autoridades europeas y españolas están totalmente equivocadas. O quizá no, pueden ser plenamente conscientes de este hecho, pero por motivos que se nos escapan prefieren aumentar la contaminación.
Es más, comentan desde el sindicato agrario, mientras se prohíbe la quema de residuos vegetales a los agricultores, se fomenta la creación de plantas de cogeneración mediante biomasa con lo cual resulta que lo que contamina en el campo, parece no hacerlo en una fábrica.
La prohibición obligará a los agricultores a realizar importantes gastos comprando máquinas trituradoras que, en muchos casos, ni siquiera podrán utilizar porque son aparatos que demandan mucha potencia y, en ciertos cultivos, los tractores utilizados no la alcanzan. Así, de nuevo, el agricultor se ve obligado a realizar otro gasto adquiriendo tractores de mayor potencia. Tractores que a su vez consumen mucho más combustible fósil que los habituales en ese tipo de cultivo, liberando de nuevo carbono fósil a la atmósfera.
Plagas o enfermedades, como el barrenillo en la oliva, la yesca en el viñedo y tantas otras en otros tantos cultivos, verán favorecida su expansión con la trituración de restos sustitutiva de las quemas.
Resumiendo, una narrativa injustificable desde el punto de vista técnico a la que se añaden comentarios, como los del señor ministro de Agricultura, que argumentan que los agricultores utilicen el dinero de la PAC para enterrar esos restos vegetales. Esto querrá decir que el señor Planas gusta más de las retroexcavadoras para enterrar, que de las picadoras para triturar.
Por estos motivos se oponen desde La Unión de Castilla-La Mancha a esta norma, injustificada desde el punto de vista ambiental y que, del mismo modo que la prohibición de las prácticas tradicionales en el monte provoca grandes incendios, ésta de ahora generará plagas y enfermedades.