Revista
Por Amaya Jordá Sierra, Marketing Manager. Grupo Agrotecnología
El cambio de paradigma hacia una agricultura más sostenible entraña numerosos desafíos. Los principales retos son: asegurar la alimentación de la población, garantizar productos inocuos, saludables y de calidad, mejorar la productividad, proteger eficazmente las cosechas de plagas y enfermedades, aumentar la vida útil de los productos agrícolas, ante el cambio climático y posibles desastres naturales, en definitiva, una agricultura respetuosa y comprometida con el medio ambiente. Según los últimos datos de la FAO, en el año 2050, la producción mundial deberá aumentar un 60% para dar cobertura a la demanda mundial de alimentos y el 33% de los suelos mundiales estarán degradados debido a la erosión, el agotamiento, la acidificación o la contaminación química. Paradójicamente, la agricultura contribuye al cambio climático y se ve afectada directamente por el cambio climático.
La agricultura actual implica un cambio cultural y un mayor compromiso sostenible y medioambiental que exige un modus operandi distinto, una forma de producir diferente en la que se apliquen tecnologías innovadoras para optimizar y mejorar la producción, la rentabilidad, y la calidad de los cultivos, a la vez que se minimicen los insumos, se mejore la biodiversidad y se respete el medio ambiente. La creciente demanda de alimentos saludables por parte de las cadenas de distribución que imponen límites máximos de residuos pesticidas a los productores y, por parte, de los consumidores cada vez más exigentes, preocupados por lo que comen, ha obligado a los productores a adaptar su modelo productivo a las exigencias del mercado, cada vez más estricto, en materia de sostenibilidad y seguridad alimentaria incorporando técnicas y sistemas de control integrado de plagas y enfermedades.
Los biopesticidas son pesticidas cuyo ingrediente activo es un virus, hongo, bacteria o extracto natural derivado de las plantas que se aplican para la prevención o control de plagas y enfermedades como insectos, hongos, nematodos e incluso cepas de bacterias complejas. Entre sus ventajas encontramos que no aportan residuos fitosanitarios, presentan un buen perfil de manejo de resistencias, son respetuosos con los insectos beneficiosos, aptos para la agricultura convencional y ecológica, garantizan la seguridad del trabajador, la seguridad alimentaria y respetan el medio ambiente.
Los bioestimulantes son productos que estimulan los procesos de nutrición de las plantas independientemente del contenido de nutrientes del producto, con el único objetivo de mejorar una o varias de las siguientes características de la planta: eficiencia en el uso de nutrientes, tolerancia al estrés abiótico, características de calidad de los cultivos.
Por último, los biofertilizantes son productos a base de microorganismos benéficos del suelo, en especial bacterias y/o hongos, que viven asociados o en simbiosis con las plantas y ayudan de manera natural a su nutrición y crecimiento, además de ser mejoradores de suelo.
Puede leer el artículo completo en el número 173 de Oleo Revista.