La biodiversidad se encuentra en seria amenaza. El mundo perdió en 2017 tantos árboles tropicales como dos Andalucías, cada minuto se deforestan 40 campos de fútbol, y peligran la biodiversidad del bosque tropical amazónico, el sudeste asiático, el áfrica central y norteamérica.

En el seminario organizado por la Fundación Española del Aceite de Palma Sostenible celebrado ayer miércoles, en la Asociación de la Prensa de Madrid, estos han sido los primeros datos que se han puesto sobre la mesa. Conviene enfatizarlo, habida cuenta de la responsabilidad que el aceite de palma tiene en parte de esta situación, una cuestión que puso la materia prima en el foco de todos los medios hace un par de años, a raíz de denuncias de organizaciones como Greenpeace. Aquella campaña consiguió dañar la imagen del aceite vegetal y empujar a muchas empresas de alimentación a retirar la palma de su catálogo de productos, incluso empleando este hecho como reclamo comercial. Ahora bien, ¿es la palma el "causante de todos los males"? ¿Hasta qué punto es justo echar las culpas de los hechos mencionados sobre el aceite vegetal?

Esta disyuntiva es la planteada por el periodista medioambiental Luis Guijarro, en la ponencia "Por qué apostar por aceite de palma sostenible", que dio inicio a la jornada. A su juicio, el aceite de palma ha recibido una campaña totalmente desproporcionada que erra el tiro al poner el foco sobre el alimento obtenido en vez de sobre los sistemas de producción intensiva. El problema no es la palma. Los medios hablan de los bosques de Indonesia o los orangutanes de Borneo, pero nunca inciden en ejemplos positivos como el de Colombia, que entre 1999 y 2013 incrementó el área de palma cultivada un 69,5% sin talar un solo árbol: cultivaban de forma sostenible en tierras ocupadas por ganadería y otros cultivos.

La realidad es que la palma, el aceite más empleado del mundo, es un producto indispensable para la alimentación actual y sostén económico para muchos países en desarrollo, como Malasia e Indonesia (el 87% de la producción total). ¿La razón? Su eficiencia productiva. El aceite de palma emplea la mitad de terreno que cualquier otro aceite vegetal para producir la misma cantidad, lo cual significa la mitad de impacto. Apostar por otro aceite vegetal manteniendo las mismas dinámicas productivas solo desplazaría el problema en vez de detener la pérdida de biodiversidad, como bien reza este informe de la UICN publicado en el año 2018.

"Demonizar la palma es como demonizar el arroz", ahondaba Josep Beltrán, auditor de sistemas de gestión de sostenibilidad en Intertek, "la palma es el hacha del asesinato, pero el que la usa es el asesino". Las críticas parecen poco centradas en las razones profundas que dan pie a la deforestación sin límites, en la palma pero también en el pastoreo y en muchos otros sectores. Lo que existe es un reto global a nivel agroalimentario y que debe afrontarse sector por sector. La palma está en ello. Intertek se encarga de auditar la certificación RSPO para el aceite de palma, garante de la sostenibilidad empresarial. El RSPO se empieza a gestar en 2001 y se formaliza oficialmente en 2004, una década antes de que la UE empezara a desarrollar los esquemas de sostenibilidad. Su misión es "transformar los mercados hasta convertir la sostenibilidad en norma".

El objetivo es alcanzar el 100% de sostenibilidad. En ello han incidido los miembros de la mesa redonda que ha dado cierre a la jornada, titulada "La sostenibilidad, un factor crítico de negocio". En ella, se abordó la sostenibilidad como una necesidad ineludible en un mercado donde el consumidor está cada vez más concienciado y sensibilizado. El sobrecoste que haya que asumir se tendrá que asumir, en aras del futuro. Como una exigencia más. Lo comparaba José Ángel Olivero, director de ventas de Lipsa, con la seguridad laboral: "es un coste que no es productivo, pero es necesario", lo mismo ocurre con la sostenibilidad "no podemos seguir dando armas a los anti-palma"; "no hay que poner cortapisas a la palma, sino a la palma no sostenible".

La tendencia es positiva. El aceite de palma es el aceite vegetal que más certificación tiene con respecto a todos los demás. En Europa, la media de sostenibilidad está en torno al 70%, con países cerca del 90%. En España todavía estamos un poco por detrás, alrededor del 60%. La vía rápida, insiste Olivero, para alcanzar el 100% de sostenibilidad es "tomar una decisión política". Desde 2016, las empresas de biocarburantes están obligadas a acreditar su sostenibilidad. Que ocurra lo mismo con la materia prima alimentaria es solo una cuestión de voluntad política que, tarde o temprano, nos veremos obligados a alcanzar.