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El jueves 28 tuvo lugar en el Centro de Innovación Gastronómica situado en Platea, una jornada de grupos operativos centrados en agroecología de la Comunidad de Madrid, coordinada por el Imidra. En ella, el grupo Olivares de Miel presentó su proyecto, que empezará a operar a partir de diciembre de este mismo año.
Este grupo operativo ha causado cierta expectación en los últimos meses, tras haber sido difundido en decenas de publicaciones y haber recibido la llamada de Jaén, donde muchos olivareros seguirán con interés la evolución de los resultados. En Oleo Revista ya nos hicimos eco de ellos desde sus inicios. El concepto, como ellos mismos definen, es sencillo. Se trata de plantar aromáticas entre los olivos que faciliten la acción polinizadora y permitan convivir los olivares con las colmenas, en una alianza entre el olivar y la apicultura.
La idea pretende dotar salida a la apicultura, una de las actividades más maltratadas dentro de la ganadería, y a los olivares tradicionales del sureste madrileño, que hoy día no son rentables. Dos olivareros, un apicultora y un paisajista llevarán a cabo el experimento en 4 fincas de olivar tradicional a lo largo del año 2020, en busca de resultados que sirvan para refrendar científicamente la propuesta.
Con una media de 10 metros entre olivo y olivo, queda mucha tierra por aprovechar y la opción de plantar aromáticas presenta ventajas por distintas razones. Por un lado, la cuestión turística. La intención es plantar hasta 6 aromáticas de colores diferentes (lavanda, tomillo, salvia, romero, ajedrea, mejorana, cantueso...), que convertirán terrenos olvidados en un paisaje atractivo para el turista rural, debido al contraste cromático que se crea. Por otro lado, la cuestión ecológica. Las aromáticas proporcionan más biodiversidad dentro y fuera del olivar, lo que lleva, por un lado, a un mayor control biológico que puede servir para frenar enfermedades como la Xylella, y por otro lado, evita la erosión del suelo y mejora la cubierta vegetal, lo cual ayuda a capturar el CO2. Al final, sumando todos estos factores, hablamos de diversos valores añadidos que sirven al consumidor concienciado para reconocer la marca olivares de miel: vertebrar, fijar población, en un ambiente respetuoso con el medio ambiente, mejorando el paisaje... reconocimientos, todos ellos, que podrían ir ligados a la marca o a la etiqueta. A estas ventajas, hay que sumar la posibilidad de diversificar el negocio a través de la obtención de aceites esenciales, una fuente de ingresos añadida que puede ser muy valiosa en olivares de baja rentabilidad.
Queda por averiguar qué tipo de impacto produce el policultivo en la producción, en términos de calidad, cantidad y salud del olivar. Puede existir incertidumbre sobre el hecho de que la competencia en el agua y en los nutrientes afecte a la productividad final. Una cuestión que el proyecto tratará de estudiar y cuantificar, para hacer una valoración final en términos de rentabilidad. De momento, existen experiencias particulares que son favorables al uso de aromáticas en la explotación de aceitunas y que sirven para dotar de raspaldo el proyecto. En cualquier caso, el sector mira atento los Olivares de Miel a la espera de los resultados científicos. En diciembre el grupo operativo se reunirá para cuadrar el presupuesto, una vez recibidos los fondos para empezar a operar, y sobre primavera de 2020 empezarán las a realizarse las primeras plantaciones. El futuro dirá si puede ser una solución para salvar muchos de los olivares tradicionales que hoy se encuentran en peligro de extinción.