Revista
La semana pasada la Cogeca organizó un foro empresarial dedicado a la inteligencia artificial (IA) aplicada a los sistemas agroalimentarios. Este evento fue una ocasión perfecta para debatir sobre múltiples y emocionantes desafíos y esbozar lo que será la «agricultura 4.0», que al igual que los conceptos de «web 3.0» o «web 4.0», tiene su origen en el intercambio de datos y el uso que hacen de ellos toda una serie de máquinas inteligentes.
Al abordar temas y conceptos nuevos, creo que cabe distinguir entre aquellos que son pertinentes y los que no lo son. En mi opinión, ya no es pertinente debatir si estas tecnologías llegarán a nuestras granjas o no, porque de hecho ya están en parte presentes en ellas. En 2020 se estimó que los agricultores usarían 75 millones de dispositivos conectados. Ya pasó el momento de debatir acerca de la magnitud de esta revolución, porque sabemos que será de gran envergadura y cambiará profundamente nuestro trabajo diario. Se vaticina que la presencia de la IA en el mercado agrícola pasará de los mil millones USD en 2020 a los cuatro mil millones USD en 2026, según las cifras estimadas; esto significa que el sector de la IA aplicada a la agricultura crecerá un 25 % anual entre 2020 y 2026. Tampoco tiene ya sentido debatir sobre el interés que despiertan estas tecnologías en los agricultores, dado que la mayoría de nosotros ya utilizamos una o varias soluciones de la IA, aun sin ser plenamente conscientes de ello. De hecho, usamos herramientas de observación, aplicaciones móviles, programas informáticos, robots, equipos conectados, etc. Los investigadores pronostican que de aquí a 2050 una explotación agraria promedio generará una media de 4,1 millones de puntos de entrada de datos al día.
A mi entender, la pregunta más relevante a la que tendremos que responder de forma colectiva es la siguiente: «¿Qué implicaciones tendrá para la agricultura y la cadena de valor agroalimentaria el desarrollo próspero de la inteligencia artificial?» A la luz de los numerosos ejemplos y aplicaciones que se evocaron durante el Foro Empresarial de la Cogeca, considero importante que nosotros, como agricultores, seamos una fuerza motriz de esta evolución.
La inteligencia artificial es una herramienta que seguirá muy presente al menos en los años venideros. Una herramienta no es por naturaleza ni buena ni mala: todo depende del uso que hagamos de ella. Por ende, no se trata de definirnos como tecnófilos o tecnófobos; lo que realmente importa en el ámbito político es definir el tipo de inteligencia artificial que queremos en Europa. Tenemos que apoyar el auge de las empresas europeas consolidadas y emergentes más prometedoras para que triunfen los campeones europeos del sector. A día de hoy, el continente americano lleva la delantera y los países de la región de Asia y el Pacífico también podrían adelantarnos próximamente. Por lo tanto, cabe preguntarnos qué se debería fomentar en el campo de la inteligencia artificial. En mi opinión, hay al menos tres elementos que lograrían que la revolución positiva que esperan los agricultores de la UE se haga realidad:
1.- La inteligencia artificial debe ser una pieza de apoyo para la «agricultura con misiones específicas»
2.- La inteligencia artificial en la agricultura debe ganar popularidad y ser diseñada en colaboración con los agricultores, en provecho de todos los agricultores.
3.- La predisposición de los agricultores a compartir sus datos debe constituida la base de la IA aplicada a la agricultura.
El papel destacado de las cooperativas agrarias
Para concluir, en calidad de representante de una cooperativa agraria, me gustaría concienciar de la importante labor que desempeñan las cooperativas. No en vano, y así lo observo en mi propia organización, el modelo cooperativo tiene mucho que ofrecer por cuanto se refiere al desarrollo y la aceptación de estas nuevas tecnologías. Los esfuerzos de nuestras empresas en este campo se guían por dos propósitos: apoyar a los socios cooperativistas en esta transición digital y mantener la competitividad dentro de una economía más sostenible. Nuestras cooperativas trabajan para ayudar a los agricultores y socios con los procedimientos de la IA, brindando asesoramiento y orientación para llevarlos a la práctica, y de esta forma contribuyen a un sector agroalimentario sostenible y digitalizado. Además, dedicamos recursos y adaptamos nuestros modelos empresariales para explorar el potencial de estas tecnologías de vanguardia. No obstante, desde una perspectiva innovadora guiada por valores, si nuestra cooperativa aspira a generar importantes ganancias de producción y contribuir de forma positiva a los objetivos sociales y medioambientales gracias a sus inversiones en inteligencia artificial, primero debe desarrollar y potenciar su capacidad para implantarla y utilizarla. Por eso necesitamos favorecer dentro de nuestras empresas las habilidades para manejar los recursos organizativos y aplicar sistemas informáticos capaces de participar en procesos propios de la mente humana como el aprendizaje, el razonamiento o la autocorrección, todos ellos orientados a tareas operativas. El progreso de la inteligencia artificial beneficiará a toda la cadena de valor, al generar incrementos de la productividad, perfeccionar la logística y economizar los recursos (energía, agua, etc.).
Por ende, nuestras cooperativas todavía tendrán que realizar un gran esfuerzo por resolver los problemas más comunes en nuestro sector con respecto a las nuevas tecnologías. Tal y como observamos, los sistemas no están suficientemente integrados aún, la brecha digital en las explotaciones es evidente, los empleados adolecen de preparación, y carecemos de la cultura innovadora y la cooperación con otros actores de la cadena de valor necesarias para construir un ecosistema económico colaborativo perfeccionado gracias a la digitalización.
En el último foro empresarial demostramos que las cooperativas pueden hacer «inteligentes» los modelos empresariales tradicionales y las actividades de la agricultura convencional. No obstante, precisamos de un entorno normativo favorable que estimule nuestras inversiones y proyecte nuestros valores con miras al futuro. Necesitamos acceso a la financiación y a regímenes de ayudas. Tenemos que reconocer el valor que crean nuestras cooperativas en beneficio de sus socios agricultores, del medio ambiente y de los consumidores.