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A lo largo su historia, y en concreto en las últimas seis décadas, el sector del aceite de oliva ha demostrado una gran madurez y resiliencia, adaptándose a los cambios.
Desde los campos de Calatrava que recorrió El Quijote en sus mundialmente conocidas aventuras, hasta la Alcarria que plasmó por escrito Camilo José Cela. En Castilla-La Mancha el olivar se extiende como esencia de una región.
Un cultivo principalmente social, tras el cual hay 83.000 familias que sacan de cada fruto el esfuerzo de todo un año. El calendario en nuestra comunidad lo marca la agricultura y tras la campaña de la vendimia, donde nuestro territorio huele a mosto, nos adentramos entre los olivares, en la del aceite.
Castilla-La Mancha es la segunda productora de aceite de oliva a nivel nacional, contando con más de 435.000 hectáreas, representando el 16 por ciento del total nacional. Nuestros olivicultores llevan el fruto a las casi 260 almazaras y cooperativas de donde este alimento, alrededor del cual gira nuestra Dieta Mediterránea y que la hace única, se exporta a todos los rincones del mundo y debe hacerlo bajo la etiqueta de la calidad.
El aceite de oliva virgen extra se produce en 67 países y llega ya a 198, repartidos entre los cinco continentes. Pero vemos, cómo los hábitos de consumo están cambiando. Entre todos debemos recuperar el patrón de la dieta que nos une como país, que no es otra que la Mediterránea. La que, en el corazón de su pirámide, tiene al aceite más saludable del mundo. Y ese mensaje hay que transmitirlo al consumidor.
Existe la necesidad de retener e impulsar lo que siempre hemos sido. Esas pautas de consumo que nos son propias, dirigiéndonos más si cabe a los más jóvenes y, también, a la hostelería, para enseñar todo lo que puede aportar nuestro aceite.
No podemos desaprovechar la oportunidad que tenemos ante un alimento que es el corazón de la pirámide de la dieta más saludable, más sostenible y patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Y hay que aprovechar ese valor de marca, y exportarlo, como lo hace una de las cuatro denominaciones de origen de Castilla-La Mancha: la de Montes de Toledo, que llega a mercados como el norteamericano con ese valor de marca reconocido por el que de verdad decide al final de la cadena alimentaria qué se consume y qué no.
Pueden leer el artículo de opinión completo en el número especial 60ºAniversario de Óleo.