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La producción del aceite de oliva respecto al cultivo y sus industrias derivadas generan subproductos susceptibles de ser valorizados para la generación de energía térmica, electricidad y biocombustibles. El sector del olivar tiene la oportunidad de gestionar sus residuos y subproductos más allá del ámbito energético, ya que también puede valorizarlos de forma que se obtengan productos de base biológica (también llamados bioproductos) y diversificar de esta forma su negocio, abriéndolo a nuevos mercados.
La biomasa, de acuerdo a la Directiva Europea de Energías Renovables, se define como la fracción biodegradable de los productos, desechos y residuos de origen biológico procedentes de actividades agrarias (incluidas las sustancias de origen vegetal y de origen animal), de la silvicultura y de las industrias conexas, incluidas la pesca y la acuicultura, así como la fracción biodegradable de los residuos industriales y municipales de origen biológico.
España es una potencia europea en recursos biomásicos de todo tipo. Es el tercer país europeo por recursos absolutos de biomasa forestal (sólo por detrás de Suecia y Finlandia) localizados principalmente en el centro y norte de España.
En lo que respecta a la biomasa procedente de la agricultura, España también es líder europeo en recursos biomásicos pues es el principal productor mundial de aceite de oliva (1.789.900 t en la campaña 2018-2019), con una generación de subproductos como el orujillo que oscila entre 1.200.000 y 1.450.000 t/año (campaña 2018/2019)3. Andalucía mantiene una superficie de cultivo de olivar prácticamente constante y que supera las 1.500.000 hectáreas de olivar. Un cultivo que, aunque predomina en Jaén y Córdoba, está presente en las 8 provincias andaluzas.
La producción del aceite de oliva respecto al cultivo y sus industrias derivadas generan subproductos susceptibles de ser valorizados para la generación de energía térmica, electricidad y biocombustibles (tanto sólidos, como líquidos para el transporte). Sin embargo, el sector del olivar tiene la oportunidad de gestionar sus residuos y subproductos más allá del ámbito energético, ya que también puede valorizarlos de forma que se obtengan productos de base biológica (también llamados bioproductos) y diversificar de esta forma su negocio, abriéndolo a nuevos mercados. Es decir, a partir de la biomasa procedente del olivar y de la producción de aceite, se pueden obtener compuestos bioactivos para la elaboración de cosméticos, fertilizantes, ingredientes para alimentación animal y productos de alto valor añadido para la industria química y farmacéutica.
Este sistema local, muy arraigado a los territorios, en el cual se cierran círculos productivos generando valor añadido, tanto medioambiental como socioeconómico, se denomina Bioeconomía. Y el sector olivarero español está posicionado estratégicamente para desarrollar su negocio de forma rentable, eficiente y sostenible en el marco que representa la bioeconomía circular.
Artículo disponible para su lectura en el número 189 de Óleo.