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“Estamos en un momento clave de la economía en el que hay que apostar por la competitividad”, subraya la investigadora de la Universidad de Jaén (UJA) y directora del grupo Dirección y Organización para la Competitividad, María Jesús Hernández Ortiz. Este grupo lleva varios años analizando el tejido empresarial y productivo andaluz que está relacionado con el sector agroalimentario. Las conclusiones son que las pequeñas empresas que conforman este tejido deben unirse para compartir gastos y eliminar la competencia, profesionalizar al máximo su actividad y apostar por la internacionalización de sus productos.
“Las explotaciones agrícolas son cada vez más pequeñas y menos rentables, por ello hay que trasladar la idea de la unión a sus propietarios”, explica la responsable del grupo. Con respecto al sector oleícola, Andalucía se caracteriza por tener una gran cantidad de empresas pequeñas familiares con pocas hectáreas de cultivo y cuyas ganancias apenas cubren sus gastos de producción. “Hay unos gastos fijos para el mantenimiento de las áreas de cultivo. Un tractor puede abonar mil olivas o diez mil, cuantos más olivos abone más rentable sale el tractor. Este es el principio que tratamos de aplicar”, destaca por su parte la investigadora Elia García, miembro del grupo de la UJA.
Las expertas añaden que la mejor fórmula de asociación para estos minifundios familiares son las sociedades de capital o sociedades cooperativas. En Andalucía existen muchas sociedades cooperativas formadas por empresarios agrícolas, especialmente en el sector oleícola, que precisamente persiguen el objetivo de compartir gastos. Pero en la práctica muchas de ellas siguen siendo demasiado pequeñas como para hacer frente a las grandes empresas de distribución. “Estas sociedades cooperativas también tienen que unirse entre sí para no hacerse competencia entre ellas y convertirse en un agente competitivo”, detalla Mª Jesús Hernández.