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A fecha de hoy, el precio de referencia del gas natural para la península ibérica enfila los 215 €/MWh. Esto es 14 veces el precio de hace 1 año. Nos enfrentamos a la mayor crisis energética desde los años 70 y muchas empresas se juegan su propia supervivencia. Recordemos que esta escalada de precio no se puede atribuir exclusivamente a la invasión de Ucrania. Los precios han ido subiendo paulatinamente durante todo el 2021 y antes del estallido del conflicto se encontraban estabilizados en torno a los 75 €/MWh (4 veces la media de los 5 años anteriores) .
En cuanto comiencen a vencer o a rescindirse los contratos de suministro de gas, las empresas consumidoras barajarán dos opciones: repercutir el precio al producto final o asumir la merma en los beneficios esperados, aunque seguramente sea una combinación de ambas.
No obstante, existe una tercera opción: la instalación de una caldera de biomasa industrial que proporcione el calor de proceso necesario, ya sea en forma de vapor, aceite térmico o agua caliente.
Esta tecnología lleva años implantándose en todo tipo de industrias: química, conservera, transformación de la madera, entre otras, de manera fiable y garantizando regímenes de producción superiores a 8.200 horas/año.
Pero ¿cuál es el periodo de amortización de una caldera industrial de biomasa con los actuales precios del gas natural?
Debido al cambio de paradigma en los costes energéticos, con los precios actuales del gas natural y el barril de petróleo, la inversión se amortiza en muy pocos meses. Teniendo en cuenta un rendimiento en la caldera de biomasa del 85%, el periodo de amortización sería de 12 meses. A este periodo habría que añadir el coste de un mayor autoconsumo de una caldera de biomasa, aunque tendría un impacto poco significativo sobre el cálculo.
Europa ya ha tomado la determinación de desengancharse del gas ruso cuanto antes. Esto significa más GNL y más gas desde Argelia y EEUU, soluciones que tenderán a mantener alto el precio de este combustible.
Para finalizar, es necesario tener en mente la futura ampliación de los derechos de emisión de CO2 que ya afecta a instalaciones superiores a 20 MW y a ciertas industrias. En un futuro próximo, las industrias con menores capacidades de caldera instaladas también deberán pagar por las emisiones de CO2 que generen sus calderas de combustible fósil, lo que representará un coste añadido a la producción.
En resumen, puede decirse que si algo nos está enseñando esta crisis es que las empresas no tienen más remedio que tomar las riendas de su destino energético y dejar de depender de un recurso sujeto a vaivenes geopolíticos sobre los que no se tiene ningún control.