Revista
Los humanos vivimos por encima de nuestras posibilidades en cuanto a la utilización de recursos, además de reducir las reservas naturales a gran velocidad, se acumula más cantidad de dióxido de carbono, aumentando el déficit ecológico (GFN, 2020). A esta sobreexplotación de recursos naturales, como el petróleo, se le suma la excesiva producción de residuos y las emisiones de contaminantes imposibles de neutralizar el medio ambiente. Necesitamos hacer cambios en nuestro estilo de vida y replantearnos los procesos de producción y de obtención de productos, orientándolos hacia una fórmula de máximo aprovechamiento de los recursos naturales (Cervantes et al., 2009). Los métodos de producción seguidos hasta el momento han utilizado los recursos de forma poco consciente y sostenible, lo que nos ha llevado a una crisis climática que requiere una rápida intervención para tratar de revertir la situación.
Uno de los mayores problemas con los que se encuentra la sociedad y que influye en todos los sectores es la dependencia total que tenemos de los combustibles fósiles y sobre todo del petróleo. A pesar de todos los beneficios que ha aportado a la ciudadanía mundial, el petróleo tiene dos grandes defectos. El primero es que, como combustible fósil, no es inagotable, y el segundo es que, como todos los demás combustibles fósiles, no es inocuo. Su consumo significa un nivel de emisiones muy elevadas de dióxido de carbono y otros gases contaminantes. Emisiones que están acelerando el cambio climático de forma exponencial, ocasionando innumerables catástrofes ecológicas y previsiones futuras aún más graves. A la vez, los productos derivados del petróleo tienen consecuencias negativas demostradas sobre la salud humana y animal, y la existencia de estos productos representa un problema grave y creciente de contaminación, ya que no son biodegradables.
Uno de esos productos son los plásticos que nos rodean y que están en todas partes.
Una manera de dar solución a este problema sería la fabricación de bioplásticos con propiedades similares a los plásticos derivados del petróleo, que cubran las necesidades sociales. Estos bioplásticos se pueden reutilizar, reciclar, convertir en energía o bien compostar, contribuyendo así a la economía circular (Figura 1) y a una disminución de la contaminación ambiental. Estos bioplásticos se pueden fabricar utilizando un subproducto obtenido de la fabricación de biodiésel a partir de un residuo como el aceite vegetal usado en los hogares, restaurantes, industrias alimentarias, etc.
Los aceites de cocina usados en los hogares son un residuo difícil de gestionar, una gran parte de la población los vierte en los sumideros, contaminando las aguas generando un problema para las empresas de saneamiento. Un litro de aceite de cocina usado es suficiente para contaminar 1.000 litros de agua. Esa proporción debería estar en la mente de cada ciudadano que se plantee verter por la tubería el aceite de freír o el de la lata de sardinas.
Tienen el artículo completo para su lectura en el número 197 de Óleo.