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El impulso de la producción de biocombustibles de segunda generación (2G) a partir de los residuos que generan los sectores agrícolas y ganaderos españoles, es el objetivo de la colaboración que van a llevar a cabo entre Cepsa y Cooperativas Agro-alimentarias de España, organización que agrupa a más de 3600 cooperativas agrarias y más de un millón de socios, agricultores y ganaderos.
Cepsa, a través de su Centro de Investigación, analizará si la biomasa residual generada por diferentes industrias, como la oleícola, vitivinícola o ganadera, puede transformarse en materia prima para producir biocombustibles de segunda generación en sus centros industriales. Por su parte, Cooperativas Agro-alimentarias de España coordinará el contacto entre la compañía y las distintas cooperativas que forman la asociación.
Los biocombustibles 2G, cuya materia prima no compite con la alimentación, fomentan la economía circular, ya que para su producción se reutilizan residuos que de otro modo terminarían en vertederos. Asimismo, su utilización puede llegar a reducir hasta en un 90% las emisiones de CO2 respecto a los combustibles tradicionales, lo que los convierte en un elemento clave para descarbonizar sectores de difícil electrificación, como el transporte pesado por carretera, el marítimo o el aéreo.
El acuerdo alcanzado también contempla la promoción de alianzas con las cooperativas que estén interesadas en la producción de biomasa a partir de cultivos de cobertura. Cepsa, a través de su estudio con el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), podrá identificar las zonas y cultivos más idóneos para su plantación. Estos cultivos, que no compiten con la alimentación, generan materia prima para producir biocombustibles de segunda generación, a la vez que mejoran la calidad del suelo y aumentan la capacidad de retención del agua de lluvia.
De esta forma, Cepsa continúa trabajando para diversificar sus fuentes de suministro de materia prima para la fabricación de este tipo de biocombustibles, uno de los principales desafíos de la industria, a la vez que impulsa la mayor autonomía de España en términos de aprovisionamiento e independencia energética. El objetivo de la compañía es liderar en 2030 la fabricación de biocombustibles 2G en España y Portugal.
Oportunidad para el desarrollo rural
Los cultivos de cobertura se realizan entre periodos de siembra de los cultivos principales con el objetivo de proteger el suelo de la erosión. Además, aportan otras ventajas para la producción agrícola y el cuidado medioambiental, como el incremento de la fertilidad del suelo, al aportar nutrientes y mejorar su textura; el aumento de la capacidad de retención del agua de lluvia, o una mayor absorción de CO2. Asimismo, estos cultivos pueden realizarse en terrenos degradados, como aquellos que han sufrido incendios, ayudando a su recuperación.
Estos cultivos se consideran “energéticos” porque parte de la biomasa producida puede emplearse en la generación de energía, además de poder aprovecharse en la fabricación de pienso para el ganado. El producto cosechado, al no competir con la alimentación, puede emplearse en la producción de biocombustibles de segunda generación.
Mediante el fomento de esta clase de cultivos, los agricultores consiguen maximizar la rentabilidad de un mismo terreno, aumentando su calidad, diversificando sus ingresos y manteniendo la actividad durante todo el año. Así, además de obtener materias primas para la producción de biocombustibles de segunda generación, este tipo de cultivos fomenta la fijación de la población en las zonas rurales de la España vaciada e incrementa sus oportunidades de generación de empleo y desarrollo económico.
Desde 2023, la Política Agraria Común (PAC) prima a los agricultores y ganaderos que realicen al menos una práctica sostenible voluntaria, entre otras, el desarrollo de cultivos de cobertura en cultivos leñosos, como olivares o plantaciones de árboles frutales.