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Con la llegada del mes de marzo, se marca el fin de la pausa invernal y el comienzo de una nueva etapa en los olivares, donde la vida vegetal se reactiva con renovada energía. Este período es crucial para el ciclo del olivo, ya que es el momento en que la planta comienza a despertar de su letargo invernal, manifestando signos evidentes de su renacimiento.
Uno de los primeros indicios de esta reactivación es el cambio en el color de las hojas. Durante el invierno, las hojas adquieren tonos verdes-marrones que indican la fase de reposo vegetativo. Sin embargo, con la llegada de la primavera, el follaje recobra su característico tono verde oliva, brillante y oscuro. Además, las yemas de los brotes comienzan a desarrollarse y a cambiar su morfología, evidenciando el inicio de una nueva fase de crecimiento.
A medida que el olivo se reactiva, también comienza naturalmente a reparar y regenerar los daños sufridos durante la cosecha de la aceituna. Las ramas dañadas se reparan, las hojas nuevas emergen y los cortes de poda cicatrizan, preparando el terreno para futuras producciones. Este proceso de autoreparación es fundamental para el desarrollo saludable del olivo y la garantía de futuras cosechas.
La primavera trae consigo la renovación en todos los niveles de los olivares. Además de la regeneración vegetativa, comienza a formarse la potencial producción de la siguiente campaña. Las yemas que se activan durante este período serán el origen de los futuros órganos florales, que darán lugar a la floración del olivar y, mediante la polinización, a la formación de los frutos que constituirán la cosecha venidera.
En este contexto, los agricultores desempeñan un papel crucial durante el mes de marzo. Es fundamental proporcionar a la planta los nutrientes necesarios para un desarrollo óptimo, principalmente a través de la fertilización foliar. Además, es importante prevenir posibles enfermedades que puedan surgir durante este período, como el repilo, mediante el uso de fungicidas preventivos.
El aspecto climático también juega un papel fundamental en esta fase de reactivación. Las lluvias durante los meses de febrero y marzo son esenciales para dotar al suelo del agua necesaria y facilitar el despertar vigoroso del olivo. En el año 2024, tanto febrero como marzo han sido favorables en cuanto a precipitaciones, lo que ha contribuido a recuperar las reservas hídricas de las parcelas y a garantizar un comienzo óptimo para la temporada.
El aumento de las horas de luz solar y las temperaturas más cálidas de marzo también contribuyen al proceso de reactivación del olivo, activando su metabolismo y preparándolo para la próxima temporada de crecimiento. Por tanto, el mes de marzo marca el inicio de una nueva fase en los olivares, caracterizada por la renovación y la esperanza de una cosecha próspera.