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Investigadores de la UJA han desarrollado un método para la monitorización de la erosión del suelo del olivar en relación con la variación de las condiciones pluviométricas, mediante técnicas geomáticas. El estudio ha permitido la identificación y cuantificación de la erosión de las quebradas de los olivares jiennenses entre 1980 y 2016 a través de fotogrametría área y técnicas de LiDAR.
“Este proyecto surge como una inquietud común que investigadores de disciplinas diferentes, pero relacionadas con la Tierra, el Medio Ambiente y su observación, tienen respecto a la erosión en el olivar, un problema de especial importancia en el entorno geográfico, social y económico en el que vivimos”, afirma Tomás Fernández, investigador del Departamento de Ingeniería Cartográfica, Geodésica y Fotogrametría de la UJA.
El análisis se ha realizado a distintas escalas. A nivel provincial se han empleado técnicas de teledetección espacial combinadas con análisis SIG, mientras que a nivel local se empleó la fotogrametría y el LiDAR aéreo. Gracias a dichas técnicas se elaboraron modelos digitales de superficie que han permitido identificar las zonas en las que se producen diferencias de la cota del terreno, tanto negativas (erosión) como positivas (depósito). A escala de parcelas se han realizado levantamientos fotograméticos mediante imágenes capturadas desde vehículos aéreos pilotados (RPAS) o drones, que permiten estudiar los detalles de la evolución de los procesos erosivos por cárcavas.
A partir de estos métodos, se ha establecido una correlación entre los periodos de mayor pluviometría, como el bienio 2009-2011, y en menor medida, otros como 2011-2013 y 1996- 2001, y la actividad erosiva. "Hay que tener en cuenta", explica Tomás Fernández, "que las últimas lluvias importantes (2009-2013) causaron un mayor impacto proporcionalmente al anterior periodo lluvioso (1996-1998), lo que hace sospechar en una aceleración del proceso en los últimos años, por factores que se están analizando en los trabajos en curso, relacionados con el régimen de precipitaciones, los cambios de los usos y manejos del suelo o el efecto de las infraestructuras”.
Otro de los resultados que destaca Tomás Fernández es que en algunos sectores de las cárcavas se han alcanzado descensos de 5 cm en el periodo estudiado (1984-actualidad), y pérdidas de 50 t/ha*año, casi el doble de las pérdidas medias estimadas en la provincia de Jaén en términos medios anuales. Sin embargo, en los periodos de máxima actividad como el bienio 2009-2001, el descenso llega a ser de medio metro por año y las pérdidas de 450 t/ha*año, prácticamente 10 veces las pérdidas medias estimadas. “Son valores a tener muy en cuenta porque ocasionan pérdidas muy importantes de suelo, así como daños muy importantes en los cultivos y las infraestructuras”, argumenta el investigador.
Ahora, las líneas de estudio a seguir radicarán en dar continuidad a los actuales proyectos multidisciplinares, que tienen como objetivo elaborar un marco general del funcionamiento de los procesos erosivos en el olivar de la provincia de Jaén, a partir del cual se pueden realizar recomendaciones a nivel de la gestión integral e inteligente del territorio, así como de prácticas concretas sobre las prácticas de cultivo o la construcción de infraestructuras.