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Tradicionalmente, nuestra agricultura se ha basado en la experiencia del agricultor. En la actualidad, el desarrollo de las nuevas tecnologías y la creciente demanda de una mayor competitividad y sostenibilidad han llevado a un gran interés por la agricultura de precisión para afrontar los nuevos retos.
La agricultura se enfrenta al reto de alimentar a una población cada vez más numerosa. Sin embargo, se enfrenta a problemas relacionados con la falta de rentabilidad, el abandono de las tierras o el despoblamiento rural ligado a la ausencia de relevo generacional. Además, debe colaborar para mitigar el impacto del cambio climático, con prácticas que ayuden a evitar la erosión, mejoren la fertilidad del suelo y reduzcan la emisión de contaminantes. Tradicionalmente, nuestra agricultura se ha basado en la experiencia del agricultor. En la actualidad, el desarrollo de las nuevas tecnologías y la creciente demanda de una mayor competitividad y sostenibilidad han llevado a un gran interés por la agricultura de precisión para afrontar los nuevos retos.
La agricultura de precisión es una estrategia que propone un manejo agronómico diferenciado, basado en la variabilidad espacio-temporal de la parcela, el desarrollo vegetativo, la producción y la calidad de los frutos. Conocer esta variabilidad permite mejorar la eficiencia en el uso de los recursos, la productividad, la competitividad, la rentabilidad y la sostenibilidad de la producción. Esta estrategia combina el conocimiento agronómico local con herramientas como la adquisición masiva de datos e imágenes, la inteligencia artificial, la robotización y la automatización de las tareas agrícolas, para facilitar la toma de decisiones informadas y actuar racionalmente donde es necesario y en las cantidades precisas.
Sensores de imagen de campo
Para lograr esta eficiencia, es necesario obtener toda la información posible de los cultivos. Esta información se recopila a través de sensores de diversos tipos. Los sensores más utilizados son ópticos, y más concretamente cámaras. Las de color capturan imágenes similares al ojo humano, obteniendo información a partir de colores, tamaños y formas de los objetos de la imagen. Permiten identificar objetos como plantas, malas hierbas, frutas e incluso determinar algunas propiedades como estados de madurez. Las cámaras espectrales van más allá. Obtienen información sobre la energía electromagnética reflejada o emitida por la vegetación en diferentes rangos espectrales visibles o invisibles. Esta energía depende de los componentes estructurales y bioquímicos de las plantas, como el área foliar, la porosidad, la clorofila, el contenido de agua o la concentración de nutrientes, que pueden verse alterados ante situaciones de estrés. Por ello, las plantas sanas y estresadas tienen firmas espectrales diferentes, lo que permite la detección de algunos problemas antes incluso de que sean visibles. Las cámaras térmicas proporcionan imágenes en las que cada píxel representa valores de temperatura en lugar de datos de color o espectrales. La temperatura de la hoja se correlaciona con la conductancia estomática, que a su vez está influida por el estrés hídrico. Por lo tanto, las imágenes térmicas ayudan a evaluar el estado fisiológico de las plantas, siendo, determinar el estrés hídrico y las necesidades de riego.
El artículo completo se encuentra disponible para su lectura en el número 191 de Óleo.